Existen diferentes formas para hacer que
como sociedad adoptemos una política ambiental. Coloquialmente hablando podemos
clasificar estas estrategias como sermones, palos y zanahorias. Supongamos que
nuestro objetivo es reducir las emisiones de GEI para así mitigar el cambio
climático
Recurrir al sermón es hacer alusión a toda
la información que existe sobre el cambio climático y como nos afecta a
nosotros y a los otros para concluir con una condena o invitación ética sobre
lo que es correcto y lo deberíamos o no deberíamos hacer. Los sermones ya se han dicho desde hace
tiempo, principalmente desde la academia y algunas ONGs y parece que no han
tenido efecto alguno. No todos compartimos los mismos intereses o creencias ni
desarrollamos las mismas prácticas. Para que sea efectivo el sermón debería
hacer eco en un sentido de responsabilidad de la persona que recibe el sermón,
ser expresado por una autoridad reconocida por todos, y todos deberíamos
seguirlo.
Los palos son las multas e impuestos que se
crean para modificar nuestros comportamientos; son incentivos negativos, o
coercitivos. En México ya estamos viviendo un ejemplo en los precios de la
gasolina. Los recurrentes aumentos al precio de la gasolina y diesel tienen
como objetivo primero eliminar el subsidio a los combustibles –y también a la electricidad-; y segundo, al
incrementar su precio el objetivo también es que reduzcamos nuestro consumo y contaminemos
menos. Respondemos a los precios, si algo es barato –o gratis- tendemos a
derrocharlo, si es caro, nos moderamos, buscamos la innovación y alternativas.
Las zanahorias son incentivos positivos que
le dan un premio o compensación a aquellos que desarrollan una actividad
determinada que se desea promover. Un ejemplo son los pagos por servicios
ambientales donde al propietario de un terreno forestal se le paga una cantidad
determinada por mantener y mejorar la calidad ambiental del bosque y cumplir
los requisitos de un programa. Otro ejemplo son los bonos de carbono, donde a
quien desarrolla un proyecto que reduce emisiones de GEI, se le paga por las
emisiones no emitidas.
Es más redituable para un político proponer
programas de incentivos positivos que de impuestos. El problema es cómo se va a
financiar esa política y si es éticamente coherente. Por ejemplo, pagarle a
alguien para que empiece a cuidar un bosque pero no pagarle a quien lo ha
conservado y cuidado desde hace décadas podría resultar contradictorio. En el
marco de la COP y los esfuerzos internacionales para mitigar el cambio
climático se hace uso de mecanismos de flexibilidad o mercado, para reducir los
costos de mitigación; son incentivos positivos. Aunque se identifica como
necesario por varios expertos, aún no se crea un impuesto internacional a las
emisiones.
Unos de los problemas con los incentivos
(palos y zanahorias) es que tener un sistema de vigilancia y verificación para
asegurar su cumplimiento es muy caro. Si es posible, las personas o empresas
decidirán hacer trampa para evitar el castigo u obtener el premio sin cumplir
con los requisitos. El colmo es que puede llegar a ser más costoso el sistema
de monitoreo y cumplimiento legal (costos de transacción) que los beneficios que se obtengan del
programa. Deberá crearse e implementarse
un marco legal formal que regule estas políticas y acredite a una serie de
intermediarios, auditores y certificadores según sea requerido. Por ejemplo en
el mercado de bonos de carbono del mecanismo de desarrollo limpio se estimaba
que los costos de transacción podrían representar de 30% hasta más de 50% el
valor de los bonos de carbono; esto también depende dado por el tamaño del
proyecto y el precio de los bonos de carbono. Pero mientras más difícil sea
implementar y asegurar el cumplimiento de un programa puede que nos “salga más
caro el caldo que las albóndigas” y quienes tienen mayor beneficio del sistema
son los actores asociados a esos costos de transacción; aquí aplicaría otro
refrán “a río revuelto, ganancia de pescadores”.
Finalmente la decisión de buscar hacer
trampa o no se toma bajo un marco informal de reglas y valores –personales o
interno en una empresa- . Este marco se crea por la apropiación de ciertos
valores y creencias. Por ejemplo si nos apropiamos del modelo de “salud y
belleza estética actual”, no necesitamos directrices sobre qué comer y qué no
comer, qué ropa comprar, como tener el cabello, el cuerpo, el auto, etc. Si adoptamos
ese sermón de la belleza, consciente e inconscientemente lo incluimos en nuestras
decisiones, buscamos información al respecto y gastamos grandes cantidades de
dinero para vivir de acuerdo a ese ideal. De igual forma si creamos esa cultura
o valor común de “vamos a mitigar el cambio climático” mostramos los caminos de cómo hacerlo será
más fácil alcanzar la meta. Por eso es relevante que la primera decisión
acordada en Cancún se refiera a la inclusión de temas relacionados con el
cambio climático en los sistemas de educación de los 194 países participantes.
Esperemos que el resto de las decisiones sean congruentes con este discurso
para que lo que los alumnos puedan vivir en la práctica lo que aprendan en el
aula.
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